la silla

para decir, para que digan, para querer, para pedir, para disculpar, para justificar, para soñar...

lunes, 25 de junio de 2007

Las Señales


Ayyyyyy! como empezar esto... pero es cierto, a veces las mujeres somos muy tontas y no cachamos nada, las cosas se caen de maduras y no queremos ver lo evidente... de ahí el dicho de "no hay peor ciego del que no quiere ver". De eso mi amiga Coni y yo sabemos bastante.

Coni es una chica guapa, tiene su profesión y vive sola en un departamento propio precioso. Hace algún tiempo terminó una relación importante que duró 2 años, de la cual salió muy dañada. La cosa no partió muy bien, su familia no la apoyaba mucho y Manuel, tenía 2 hijas y era 12 años mayor que ella. Objetivamente no era un buen partido y las circunstancias no estaban a su favor. Sin embargo, todo aquello no le molestaba tanto como el rumor a voces de la homosexualidad de él; algo que ella desmentía categoricamente. Entre todo pronóstico social, ellos mantenían casi heroícamente su relación; hubo muchos quiebres, eso sí, pero Coni lo amaba y recaía, aunque sabía que su pareja no era lo que ella esperaba ni necesitaba. En uno de esos "nunca más" recivió un llamado telefónico de la ex mujer de Manuel, en donde le confesaba que había encontrado a su marido con un hombre y, por eso evidentemente habian terminado.

Coni quedó devastada, no reaccionó por una semana y no hubo motivo para salir de la cama. Fue lo más tremendo que le pudo pasar pero, ¿como no?... estaba enamorada de un gay y él nunca tuvo la descencia de decirlo ni ella la suficiente perspicacia para aceptarlo; aunque recapitulando, todo le cuadraba incluso me confesó avergonzada que luego del año y medio de pololeo, él se negaba a cualquier tipo de encuentro sexual... uf!
Lo mío fue más claro, de señales más evidentes pero no tan fuerte dentro de todo. Tuve una relación con un tipo que me conquistó a diaro, un precioso que me hacía feliz, sentirme amada y querida, yo confiaba plenamente en él por lo que, nada hacía presagiar que me abandonaría a las puertas de algo importante que habíamos decidido. Ese abandono no tuvo explicación para mí, le busqué miles de respuestas y me adjudiqué todas las culpas, sólo así tendría chance de remediarlo.

Insistí, busqué y roge sin verguenza, ni pudores, ni miedos, ni caretas, sólo movida por mi amor y... bueno gracias a Dios volvimos, no me importaron las explicaciones, lo que verdaderamente importaba era que yo estaba con él; sin embargo su actitud era muy distinta, se volvio distante, frio. Pero yo resistía ante toda provocación, estoica porque quería hacer las cosas bien, y yo lo entendia a pesar de todo, de cierta manera lo justificaba y veía su cambio conmigo como una manera de provarme y yo quería provarle que él era lo más importante para mí. Por supuesto que no soy nada de perfecta y más de una vez reaccioné, pelee y reclamé y, en una de esas confuciones y un hecho determinante no agüante más, exploté y decidí terminar con todo, de raíz. Me sentí aliviada y orgullosa, independiente de lo doloroso que podía ser, pero era lo correcto y así agarré un poco de fuerza que me hizo sentir más entera...

De pronto... ¡ERRORRR!!!!... ¿que orgullo?, ¿que entereza?... que estúpida! ... Si hice lo que él quería y esperaba que hiciera... aburrirme, desgastarme hasta que yo tomara las riendas del asunto.

Darme cuenta de eso ha sido muy duro y, tras largo pensar, conversar, analizar todo se hace más claro. ¡Como no lo ví!!!... Si claramente el me daba las luces de aquello. Pobrecitooooooooooooooooo!!! , tuvo que soportar casi dos meses a su novia patética, ciega y porfiada... con mucha razón se comportaba (así me parecía) como haciendome un favor con seguir conmigo, y, ¿como no?, si eso era lo que hacía. Pero yo no lo ví sino hasta ahora y, recién comprendí y supe que el día en que él decidio desaparecer lo haría para siempre pero... yo no lo soporté y sí, me equivoqué en buscarlo, porque lo obligué hacer algo que no quería hacer, algo que él ya había resuelto... En fin, me quedo con la frase de que es mejor arrepentirse de lo que hiciste que, de lo que no hiciste.


Así es como la vida está llena de señales, explícitas e implicitas, concretas, directas e indirectas que nos indican el camino. Éstas que al empezar con un coqueteo casual son tan necesarias y esperadas, las buscamos estando alertas, y nos hacen dar los pasos para avanzar en la relación. Pero cuando se supone estamos "establecidos" me pregunto: ¿Qué valor toman las señales?, al parecer para las mujeres no cobran ningún valor, privilegiamos al hombre directo, sincero y frontal pero también al parecer ese no es un valor masculino ni para el que más alardee de ello. Entonces, además nos tenemos que convertir en expertas "interpretes", y en contrapunto de aquello puedo agregar que, cuando estamos enamoradas nos cuesta mirar desde la objetividad. Y, luego de mucho andar se nos cae la teja (como se dice). En estos casos los silencios se imponen con mucha relevancia e importancia, debe ser por eso que cuando recién estamos saliendo con alguién son tan incómodos, pues podrián decir lo que no queremos. Cuando superamos esa barrera son hermosos, indican confianza, esa tan anhelada seguridad que, sí el otro tiene algún reparo nos lo dirá. Pero cuando aparece nuevamente ese silencio eterno, que no contesta nada y sólo evita, nos encontramos con la señal que nunca quisiéramos conocer... la del adios.


viernes, 15 de junio de 2007