la silla

para decir, para que digan, para querer, para pedir, para disculpar, para justificar, para soñar...

domingo, 15 de febrero de 2009

Llegó la hora, todo empacado, no se queda ni un detalle, ni un rastrojo que huela a mí. Las murallas vacías, sin fotografías de aficionada, ni flores en maceteros, ni jardineras con almácigos de ciboulette, orégano y perejil que calentaban el lugar con aroma a hogar, a preocupación y a amor. Ya no había amor, y cuanto hubo, siempre existió una atmósfera con olor a rosa y romanticismo, tal como una película clásica francesa. Siempre fue todo tan perfecto, demasiado quizás, me esmere mucho para que así fuera, todo muy bien puesto y pensado, la escenografía era la correcta, los personajes complejos, dignos de Woody Allen. Pero finalmete los personajes aflojaron, desistieron, los venció el decidio, la modorra y el olvido.

Recorro todo muy lento, en cada paso, un recuerdo, una palabra, una voz, una respiración de Manuel en mi oído. Así es fácil abstraerme, canto y danzo como el primer día que aquí estuvimos, el sabor de nuestro vino preferido lo siento en mi paladar. Las mejillas se me llenan de lagrimas y las trago, las bebo porque sonrío… río, río de felicidad por recordar haber sido tan dichosa, tan plena, tan mujer. Mis lagrimas abruptamente se convierten en dolor, en nostalgia, en pena y culpa, mucha culpa, salgo corriendo del departamento, escapando, ni siquiera espero el ascensor, alborotadamente bajo las escaleras, mirando fijamente al piso, no sé como llego, pero ya estoy en mi auto frente al manubrio y el llanto explota inconteniblemente, desesperadamente, ni siquiera pienso, es una tristeza profunda, me siento realmente devastada…

_ Señora Paz… ¿necesita algo? ¿está bien?... – Mira el conserje desencajado por detrás del vidrio-

No logro articular palabra, ni moverme. Raúl insiste y golpea fuerte la ventana.

_ Señora Paz – grita- Señora!... dígame, abra por favor…

No puedo ni mirarlo, ni girar mi cabeza. No se cuanto tiempo pasa pero cuando puedo mirar, ahí está Raúl con su joven esposa con un vaso de agua en la mano. Abro la puerta, ellos amablemente me sostienen en silencio y bebo de un trago el vaso con abundante agua.

_ ¿Ésta mejor señora? , ¿La podemos ayudar en algo?, ¿Llamamos a don Manuel?

_ No, no, no… disculpen, disculpen por el susto, por las molestias… lo siento.

_ Pero usted…

_Ya, ya estoy bien, disculpen nuevamente, son cosas… cosas que pasan, gracias-


Entrego el vaso, limpio mi cara con las manos, ordeno mi pelo, me establezco un poco y sonrío. Entro al auto, respiro profundo, miro a esas personas amables agradecida, y salgo…





Luego de un poco menos de dos horas de viaje, llego a mi escape de fin de semana. Estaciono en la playa principal de Papudo, hay harta gente, muchas familias, parejas y niños, eso me distrae. Me siento en la arena un poco apartada, la arena se siente tibia, cálida y juego con ella. De pronto, siento una mano rozando la mía…

_Hola, ¿Ésta exquisito el día, verdad?

_Si

_Gustavo y, ¿tu?

_Paz

_Lo que provocan tus ojos

_¿Cómo?

_ Jajaj… Tus ojos me dan paz

_Ah…

Él fija sus ojos en los míos y sin dejar de mirarme toma mis pies, los descalza, me da la mano, se la doy confiada y, juntos caminamos hacia el mar. Me insta a que nos mojemos en el frío mar primaveral, yo toda tímida me voy entregando a su juego, a la clásica postal romántica de tarjeta del día de los enamorados, abrazándonos y por fin… un beso, tierno y cálido, largo y húmedo…

Fue un fin de semana de aquellos. Ya así, sin más ni más yo vivía una nueva e intensa historia, en mi mayor momento de fragilidad, insegura, temerosa. A ratos la imagen de Manuel se presentaba, pero pronto Gustavo me invadía, se apropiaba con seguridad.

_Amor… traje tu desayuno

_Mmmmmmm

_Me tengo que regresar a Santiago, después de almuerzo a más tardar

_Si?... tan pronto?

_Bueno mañana tengo reunión en el banco y ya sabes, mi trabajo

_Si claro, sólo que no quisiera que me dejaras

Acarició mi pelo y nos besamos. Tenía miedo de estar sin él; sabía que no era justo, pero lo necesitaba para sobrevivir, para no sentirme perdida, insignificante, voluble y volátil .Gustavo me protegía, ya lo quería, ya no quería estar sin él.

_Voy a estar acá toda la semana, ¿Podrás arrancarte algún día para dormir conmigo?

_Jaja… no lo sé
- O.K

- Y… ¿ eso? ¿esa carita?-

Gustavo río satisfecho y tomó mi mano, yo le acaricie la suya con nerviosismo y fue inevitable soltar unas lagrimas.

_Mira, ehhhhh

_No, no, no… no he dicho nada, disculpa

_ ¿Segura?

_Sí

Con incomodidad él se levanta y entra al baño. Ahí comprendí, que ni Gustavo ni nadie, me iba a salvar del dolor de mi quiebre. Que había sido maravilloso encontrármelo pero, no reemplazaría a Manuel ni al hecho de estar sin él. Recién nos conocíamos, ¿Por qué él querría entablar algo conmigo?, ¿Por qué tendríamos que empezar algo serio?. De seguro era sólo un buen romance, y había sido bueno, muy bueno… ¿Para que más? .Para no estar sola, porque sin Manuel ya nada tenía sentido, ya nada tenía brillo, y yo no sabía a donde ir ni con quién estar.

Gustavo se fue y yo también, no quise esperar a ver si él volvía.