la silla

para decir, para que digan, para querer, para pedir, para disculpar, para justificar, para soñar...

miércoles, 27 de febrero de 2008

El viento

Sopla fuerte sobre mi cara, tal como rompe una ola en una roca,
refresca y calma el calor de mi cuerpo, mi respiración jadiante agitada por la falta de oxigeno,
abro la boca para inundar mis pulmones de aire y más aire,
se entromete en mis orificios y pequeños surcos de piel de 30 y tantos,
enrojeciendo los ojos, deslavados como al despertar de una noche de llanto.

Me lleva a los recuerdos de niña,
corriendo a su favor de la mano de mi padre,
cuando apresurados ibamos al encuentro de un autobus,
y mis pies no alcanzaban el suelo,
mi cuerpo volaba, flotaba al lado de sus grandes pasos.
Me dejaba llevar, sentía confiaza,
estaba segura y lo sigo estando... ¿Como no estarlo?
Si su fuerte mano apretaba la mia.
Era nuestro juego preferido... correr,
correr cerros abajo con prisa,
escapando de un inexistente.
Muchas veces mis rodillas raspaban la tierra o el pavimento,
pero un brazo fuerte me suspendía y mis pies tocaban piso.

Abro los ojos y estoy en el espejo retovisor,
advierto mi delgades,
la nariz prominente, mi rostro estirado,
la barbilla marcada, mi boca aún más diminuta,
mis ojos triste empalidecidos,
mi cuello sigue grueso por el trabajo de años,
fibroso, agotado y sobre estimulado,
las cicatrices más profundas,
un par de huellas que me recuerdan mi estado,
y los hombros de huesos salidos por falta de musculatura.

Vuelvo a cerrar los ojos para evadir y vivir el mundo paralelo de mi imaginación...